miércoles, 2 de noviembre de 2016

El barón del cementerio: deidad con devotos en RD y Haití.


No importa tu edad, estatus económico, color o nivel académico: si eres la primera persona en ser sepultada en un camposanto, te convertirás en “El Barón del Cementerio: el rey y señor de los muertos’’.Esta manifestación de la religiosidad popular, no discrimina sexo. Si la primera persona enterrada es mujer, será llamada La Baronesa o Barona del cementerio.

Si notas una tumba con una cruz que sobrepasa en altura a todas las del camposanto, si observas una higüera con comida acompañada de varias velas, una taza con café o refresco rojo estás frente a la tumba de la primera persona sepultada en ese cementerio.

Según explica el sociólogo Dagoberto Tejeda, “El Barón del cementerio” forma parte de las entidades religiosas del Vudú haitiano. En República Dominicana, surge como resultado del sincretismo entre ambas naciones. Precisa que dentro de la creencia popular, El Barón del Cementerio es dueño de una de las 21 divisiones espirituales que rigen en los cementerios.

En esta manifestación de la religiosidad, originada en África, si la primera persona sepultada en un cementerio es un infante, su edad no le resta mérito para convertirse en el jefe o jefa del camposanto. “Es que no lo ven como un niño, sino como una entidad con todos los poderes”, afirma el estudioso de la cultura popular.

Aunque su cruz solo precisa la fecha en que murió: 1 julio de 1949, María Marina Mendoza es La Baronesa del cementerio de Cristo Rey. El color rosado de su tumba y el tipo de decoración permite deducir que se trata de una niña. Sus devotos presumen que no pasaba de siete años cuando murió. Rubén Lebrón nada sabe de quién en vida fue María Mendoza, pero de lunes a viernes, cuando el reloj marca las cuatro de la tarde, acude a la cita con quien, de acuerdo a su testimonio, se ha convertido en su guía y protectora.

Lebrón decidió volverse devoto de la Baronesa en una etapa de su vida, donde la desesperación se apoderó de él. Llevaba tres años sin trabajar y sus hijos le demandaban alimentos.

Fue cuando conoció a una señora que le recomendó visitar la tumba de María Mendoza, cuyos seguidores le atribuyen conceder milagros. “No la tenemos como una santa, sino como la reina del cementerio”, expresa.

Cuenta que desde los años 90, visita día tras día el cementerio de Cristo Rey. Luego de hacer un particular saludo, menear una cadena y pasar sus manos sobre la tumba, le pide a La Barona que lo libre de toda maldad.

“Soy creyente porque hay cosas que uno le pide y ella ayuda. Yo le prendía velas para que me ayudará a conseguir un trabajo y ella suplió”, dijo.

El fiel creyente asegura que gracias a los números de la lotería que le ha dado la difunta, ha podido comprar varios motores.

En la tumba de María Mendoza no falta bizcocho, refresco rojo y dulces, como ofrenda por las peticiones cumplidas. Algunos juguetes adornan su “última morada”. Y es que sus devotos no pasan por alto el Día de los Reyes.

La tumba de la primera persona enterrada en un cementerio se convierte en un lugar de adoración a entidades religiosas como San Elías del Monte y Carmelo, Santa Marta “La Dominadora”, San Gregorio y otros. Sin embargo, de acuerdo con el investigador Dagoberto Tejeda, todo lo que se vaya a hacer en el aspecto espiritual en el cementerio debe ser consultado con El Barón o Baronesa.

Aunque en sus más de 20 años de devoción, Lebrón no presenció ninguna manifestación sobrenatural, Tejeda, autor de diversos libros sobre cultura popular, afirma que ha visto a jóvenes delgadas crecerles el vientre de manera extraordinaria, cuando entran en “tranque” con el Barón, es decir cuando la persona asume la personalidad del espíritu invocado.

En el libro “El Vudú en Dominicana y en Haití’’, Dagoberto Tejeda explica cómo se lleva a cabo el ritual: “Cuando El Barón aparece en su dimensión cadavérica, hay que encenderles velas y colocarlas en el suelo, junto a él, casi siempre sube al inicio de las celebraciones con el vientre abultado”, narra.

Indica que El Barón del Cementerio, cuyo padrino es San Elías, no fuma, no baila y solo toma ginebra. Su símbolo es la cruz y su color el negro. Las ofrendas, como moro de habichuela negra, batata cocida, cazabe y arenque son repartidas entre sus seguidores.
Aunque este tipo de manifestaciones mágico-religiosa se asocia al catolicismo, la propia Iglesia católica ha repudiado este tipo de actividades, y los protestantes la rechazan rotundamente.

Ante esto, Dagoberto Tejeda escribe en su libro: “El Vudú dominicano, aunque algunos no lo quieran aceptar, es una expresión de nuestra dominicanidad y de nuestra identidad nacional’’.