Hace ya mucho tiempo que la gente no puede salir a la calle, sin que el sonido de un motor le acelere el corazón. Es la violencia que desde hace más de una década arropa de sangre las calles dominicanas y ha acostumbrado a su gente a no asombrarse porque un celular cueste la vida.
Mientras la delincuencia ha llevado el luto a miles de hogares dominicanos, las autoridades dominicanas se han perdido en planes de seguridad que por época reducen las muertes violentas. Luego, crímenes atroces vuelven a inundar las portadas de los diarios, para que nuevamente el Gobierno anuncie “mano dura”.
Cambiar al jefe de la Policía, remover sus cargos y llevar a las calles un patrullaje acompañado de militares son acciones que está reviviendo el presidente Danilo Medina, de su antecesor Leonel Fernández, cuando hace una década se enfrentaba a un escenario similar. Las promesas del expresidente eran acabar con la delincuencia y crear una nueva policía, confiable. Ese discurso hoy resulta familiar. Desde el 2005, las acciones del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en contra de la inseguridad han estado agrupados en dos grandes proyectos: el Plan Nacional de Seguridad Democrática (2005), con su gran apuesta Barrio Seguro, y el Plan Nacional de Seguridad Ciudadana (2013), con el componente Vivir Tranquilo.
Los datos estadísticos de la Procuraduría General de la República desde el 2005 demuestran una cosa: en los dos años siguientes al inicio de estos proyectos, el país experimenta una baja en la cantidad de homicidios por cada 100 mil habitantes. Pero después, la cifra volvió a subir. Así, el Plan Nacional de Seguridad Democrática arrancó el 2005 cerrando la tasa de homicidios de 21.6 ese año. En el 2006 bajó a 20.3 y en el 2007 a 18.4. Pero ahí acabó la luna de miel: del 2008 al 2011 los números fueron aumentando paulatinamente de 20.3 a 25.1.
Y el patrón, una vez llega Danilo Medina al poder vuelve a repetirse. Medina cerró su primer año de Gobierno con 24.3 homicidios por cada 100 mil habitantes. En el 2013 da paso al Plan de Seguridad y la cifra baja en ese año a 19.2. El año pasado fue cuando ese número tuvo su mayor caída en los últimos 10 años: 17.4.
Y a pesar de que la cantidad de homicidio sube y baja, la sensación de inseguridad es como un cáncer que se expande. Para el 2013 la Encuesta Gallup-Hoy arrojaba que el 89.8% de los ciudadanos entendía que la inseguridad iba en aumento. Pero remontémonos 20 años atrás: en el 1994 la percepción de inseguridad afectaba al 42% de la población, en el 1997 al 50% y en el 2001 al 68%, según recoge la encuesta Demos 2004.
Ese sentimiento de que las calles no son seguras, ha obligado a la gente a tener que salir de su casa sin prendas para no provocar a los delincuentes, a agilizar el caminar en las calles solitarias, a asustarse cuando cruza un motor y dar gracias a Dios cuando no le ocurre nada. Son emociones que los últimos tres Gobiernos, a pesar de todas las medidas, los discursos y las cuantiosas inversiones en combatir el crimen, no lo han podido parar.