viernes, 8 de enero de 2016

Poder latino con debate en la boleta del 2017 del SALON DE LA FAMA.


El jardinero dominicano, por quien abogara Pedro Martínez en su discurso de exaltación en julio pasado, tiene muy buenas estadísticas, aunque sin llegar a esas cotas típicas de 500 cuadrangulares y 3,000 hits que hacen merecedores de la inmortalidad a la mayoría de sus poseedores.

Los datos que dejó Guerrero a lo largo de 16 años de carrera se asemejan a los de Fred McGriff, quien una vez más se quedó corto en las votaciones

En el caso de Rentería, sus números son bastante similares en muchos aspectos a los de Barry Larkin, el campocorto de los Cincinnati Reds exaltado a Cooperstown en el 2012.

Sin embargo, a favor del colombiano podría argumentarse que sus estadísticas similares a las de Larkin las logró en tres campañas menos.

El Niño de Barranquilla, cuya dimensión se elevaba hasta la estratósfera en postemporadas, jugó 16 años, mientras que el de Cincinnati lo hizo por 19 contiendas.

Esto confirma que la entrada al Salón de la Fama, además de méritos, es cuestión de suerte y "timing". La clase del 2012 en la que entró Larkin no contenía esos nombres imprescindibles, como Griffey, Pedro, Randy Johnson o Greg Maddux, lo cual llevó a los votantes de la BBWAA a inclinarse por el ex jugador de los Rojos.

Ese "timing", dada los integrantes de la clase del 2017, podría favorecer a Jeff Bagwell finalmente, quien este año logró 71.6 por ciento de los votos, apenas 3.4 puntos por debajo del límite requerido.

Otro que tuvo buen repunte fue el jardinero Tim Raines (69.8 por ciento), mientras que Trevor Hoffman, con todo y sus 601 salvamentos, sufrió el eterno castigo que acompaña a los apagafuegos, con quienes los miembros de la BBWAA se muestran reticentes a incluir en su primer año de elegibilidad.

Lo mismo ocurre con los bateadores designados, como el puertorriqueño Edgar Martínez, que esta vez consiguió el 43.4 por ciento de los sufragios.

Pero quién sabe si la entrada de Piazza podría beneficiarlo en el 2017, pues a fin de cuenta, el aporte defensivo del nuevo integrante de Cooperstown era casi tan nulo como el de un bateador designado.