Pues sí, pues sí, Johnny Ventura ha hecho historia en Cuba. Los de a pie y los que andan montados coinciden en que algo así, tan apoteósico como lo ocurrido la noche del viernes en el teatro Karl Marx, el más grande del país, no ocurría desde los tiempos de Oscar de León.
Johnny llegó a Cuba gracias a la insistencia de Juan & Nelson, la Egrem (Empresa de grabaciones y ediciones musicales), Tony Ávila y Elaín Morales. Este último fue quien abrió la noche con Mi regalo, que batió palmas, luego Canción enamorada, un sencillo con un arreglo interesantísimo y un sabor diferente, Aire y presentó a Johnny Ventura, quien arrancó con Si vuelvo a nacer, un canto a la dominicanidad.
Así se movió la noche, del azafrán al lirio, como diría el poeta Emilio Ballagas, de lo cubano a lo dominicano en ida y vuelta. Con una fusión de sabores y colores que mantuvieron casi todo el tiempo a la enorme concurrencia, de pie, bailando y batiendo palmas.
Energía, gritaba Elaín, y El Caballo Mayor seguía con Merenguero, Matilda, y cedió paso a Robert del Castillo, quien forma parte del ADN de la banda de Johnny Ventura desde chiquitico, y removió al público y fue muy aplaudido y bailado con Mi novia y mi mujer.
Capullo y Sorullo, uno de los temas más solicitados de Johnny en Cuba, plantó a El Caballo nuevamente en el enorme escenario del Karl Marx (25 metros de ancho); de los viejos tiempos hizo Dilema y Disco rayao, para presentar a Tony Ávila, uno de los más populares artistas de Cuba hoy por hoy. Príncipe de la guaracha (el rey vendría a ser Pedro Luis Ferrer hoy día, muertos Ñico Saquito y El Guayabero). Aplaudido y coreado, Tony Ávila complació con Tiene que haber de to, Alunizando, Timbiriche y La choza de Chacho y Chicha, la más popular de las guarachas, un género caracterizado por el uso del humor, el doble sentido o el sarcasmo.
El Caballo reapareció desde el fondo del primer piso por uno de los pasillos con El Cuabero, donde casi no podía caminar de tantos abrazos y muestras de cariño que recibía. Pocas veces Cuba se ha dado el lujo de recibir una estrella de las más trascendentes de la música latinoamericana. Cuando al fin pudo llegar al escenario y finalizar el tema, vino la sorpresa de la noche: la Egrem le concedió el Premio Egrem de la Música 2015, una especie de Grammy íntimo, cubano, que se entrega anualmente. El premio fue de las manos del gran trasero Pancho Amat, unido con lazos maravillosos a República Dominicana a través de su esposa dominicana.
Tras el agradecimiento de El Caballo Ventura, sonaron los acordes de La Rubia, uno de los temas más actuales, composición de Papa Güira, quien ejerció de güirero de la banda.
Tras dos horas de espectáculo y gozadera Johnny presentó a su "bebé" Jandy Ventura, quien dirigió todo el tiempo su propia banda. El potro interpretó Bailando de Descemer Bueno, Enrique Iglesias y Gente de Zona, con lo que se robó no solamente los corazones sino los pies y los abrazos de las cubanas. Johnny acortó el paso con Juanita Morel otro de los clásicos y cantó con el formato de Elaín Morales un popurrí de boleros en arreglos propios de los años 60, que incluyó Toda una vida, Obsesión y La sitiera.
Según una funcionaria del Instituto de la Música esa fue la primera vez que en el teatro Karl Marx se vieron imágenes de Celia Cruz, La Guarachera de Cuba, en un homenaje de Johnny y Elaín titulado La Reina, rindieron a la gran amiga de El Caballo. El gran final fue con un Patacón pisao, que no por esperado y cantado pudo ser más emblemático.
Monjitas dominicanas levantaron la bandera criolla. Cuba tuvo al fin en su más grande escenario a El Caballo Mayor. Este sábado repite el espectáculo en el mismo lugar.