A menos de veinte días para que, según erróneas interpretaciones del calendario maya, el mundo llegue a su fin, la NASA se ha visto obligada a impartir su pedagogía científica para combatir los rumores apocalípticos. En realidad, lleva mucho tiempo intentando aclarar pacientemente que nada sucederá ese día, al menos ningún cataclismo cósmico, como el choque de la Tierra con otro planeta, el impacto de un asteroide gigante o una llamarada solar que acabe con nuestra civilización. Pero por increíble que parezca, todavía hay gente que teme que algo tremendo caiga sobre sus cabezas el 21 de diciembre. La página web de David Morrison, director del Centro Carl Sagan de la NASA, llamada «Ask an Astrobiologist» («Pregunta a un astrobiólogo») y dedicada a combatir los rumores sobre 2012, ha recibido más de 5.000 preguntas sobre este asunto, consultas cada vez más numerosos a medida que se aproxima la fecha «fatídica». Morrison ha respondido a 400 de estos correos y hace unos días ofreció junto a otros científicos de la agencia espacial una conferencia de la mano de Google + para tratar de calmar a los más asustados y explicar por qué no hay nada que temer.
Esos miedos se basan en unas malas interpretaciones del calendario maya. El día 21, fecha del solsticio de invierno, termina un ciclo del calendario llamado baktun 13. Aunque los arqueólogos y expertos coinciden en que los antiguos mayas no se referían a ese día como apocalíptico, los rumores se han extendido con facilidad. «Esto es solo una fantasía fabricada», asegura Morrison. Pero con consecuencias en la vida real. El científico ha recibido un amplio número de correos electrónicas de personas preocupadas por lo que pueda suceder, especialmente jóvenes y niños. Algunos dicen que no pueden comer o dormir por su angustia y, lo que es mucho más grave, incluso algunos ha expresado tendencias suicidas. «Para muchas personas esto (el fin del mundo en 2012) resulta una broma, otras lo ven como un misterio, pero hay algunas que están verdaderamente preocupadas», dice el astrobiólogo.