martes, 29 de septiembre de 2015

El dominicano es rico en Nueva York!!


La percepción de que el dominicano de Nueva York es rico nació con el boom de las drogas. Aquellos que construyeron mansiones en los 80’s fueron los que sembraron la manzana de la discordia. Tanto así que crearon una falsa cultura de la riqueza. 
Para hacer el allante bien había que llegar a Santo Domingo con cadenas de oro, así fuera tomándolas prestadas o rentadas en casas de empeño.
 Montarse en una yipeta rentada, lucir con el brillito de los zapatos y trajes nuevos de la gran urbe, llevar buenos perfumes y exhibir muchos dólares, era la demostración fehaciente e inequívoca, de que habíamos llegado a Santo Domingo con el poder de los dólares verdes de Nueva York.
 Poco a poco creció la idea de que el dominicano neoyorkino navegaba en dólares, manejaba mucho dinero, con las drogas o sin ellas.

Es cuando empiezan entonces los partidos políticos a descubrir la mina de oro. Viajan a llenar la valija de dólares. Las famosas cenas pro-fondos que comienzan a cien y a veces terminan a mil dólares por cabeza. 
El misterio de la riqueza subió a niveles mágicos y es justo decir que a ello contribuyeron mucho los propios donantes, entre ellos muchos cadenuses y jodedores pesados. 

Bajo ese esquema, pocos políticos podrán decir a boca llena que no han recibido dinero del narcotráfico, aunque el dinero cash no tiene sello ni fuente de origen. El punto es que todo esto fue formando la percepción falsa de la riqueza y el bienestar de los dominicanos neoyorkinos, ocultando la verdadera realidad de la diáspora.

Lo cierto es que aquí hay tres clases de dominicanos; una mayoría de trabajadores pobres de factoría, limpieza, taxistas y restaurantes, con menos de 200 dólares a la semana; una clase media, alta y baja; los ricos arriba, dueños de supermercados, negocios grandes, los profesionales de mayor éxito, médicos, abogados, dentistas, los dueños de pequeños negocios, como clase media, bodegas, multiservices, en fin, los que ganan entre 60 y 100 mil dólares, que son bilingües, como los policías, los trabajadores de la salud, los profesores y los managers de negocios americanos, como restaurantes.
 Por último están los más pobres, la mayoría de siempre, el 90 por ciento de la diáspora. Si somos un millón 500 mil en Estados Unidos, como dijo el Censo del 2010, el 80 por ciento vive por debajo de la línea de pobreza. Con menos de diez mil dólares al año, y en Nueva York, en una habitación que paga ciento cincuenta dólares semanales de renta, en condiciones de vida muy estrechas.

 Pero envía su remesa puntual.

El dominicano vive forrado en dólares en Nueva York y aguanta los precios más caros por servicios consulares. Así piensa el Gobierno.
 Cuando los consulados fijan tarifas caras para sus servicios, como acaban de hacerlo ahora mismo, golpean duro al dominicano de abajo, al más pobre. 
Una traducción de acta de nacimiento por 80 dólares es una exageración enorme y un gasto doloroso al bolsillo de la diáspora. 
Si no, pregúntele al ingeniero Ramón Espinal y al doctor Félix Rodríguez, quienes han puesto el grito al cielo en el Consulado de Nueva York. Lo mismo que 170 dólares por un pasaporte nuevo, y 135 por la renovación. 
Y el colmo es la ciudadanía dominicana, que vale 620 dólares. Eso es abusivo. Todo por el mito de la riqueza. Como dijo Ydanis Rodríguez, el Consejal del Distrito 10 en la Novena Feria del Libro, hay que romper con la cultura de que privamos en ricos en Santo Domingo y en realidad vivimos pobres en Nueva York.