martes, 17 de febrero de 2015

Chapeadoras o prostitutas modernas, Una realidad que denigra la mujer.


La sabiduría popular es toda una escuela de la cual todos debemos aprender. Nuestro pueblo, ante tal o cual acontecer, sabe darle unas explicaciones, pero sobre todo unas expresiones musicales, rítmicas y de una profundidad que a veces espanta. Ya el gran filosófo y teólogo argentino Juan Carlos Esca­nonne decía, en América Latina no tene­mos que buscar grandes teorías, a veces im­portadas y ajenas, para explicar nuestra realidad, el mejor camino es ir preci­samente al gran universo cultural que se en­cuentra en nuestra sabiduría popular.

 El pueblo no es tonto, aunque a veces se deje utili­zar. Cuando un conglome­rado de personas definido por una cultura, sabe verbalizar lo que sucede en su entorno, estamos ante alguien que sabe apropiar un pensa­miento, darle forma y hacer participe del mismo a los que están a su alrededor y más. Esto es lo que de continuo sucede cuando en nuestro pueblo dominicano surgen una serie de expresiones y nombres, los cuales a veces son llevados de la mano del arte popular, en especial la música, y se da a conocer a todo el mundo lo que está pasando o lo que ha aparecido en medio del pueblo en ese momento, y eso ha ocu­rrido con el término “chapeadora”.

 Desde hace un tiempo hacia acá, a raíz de la libe­ración femenina, y el derecho de la mujer a su libre determinación, unido a una baja en la dimensión ética y moral de los dominicanos, que ha llevado a una inversión de nuestra escala de valores, donde lo importante es tener más que ser, ha aparecido un tipo de mujer, en etapa joven o entrando en la madurez, dedi­cada a la caza de hombres bien posicionados económicamente, los cuales les proporcionan casa, pago de estudios, asistencia a la familia de ella, “yipeta” o carros modernos, teléfono movil, tarjeta o asistencia económica tarifada a cambio de días u horas de sexo a la semana.

 Regularmente, la mayoría de los hombres demanda­dores de estos servicios son casados, maduros o entrados ya en la tercera edad. Este tipo de mujer resulta exigente y posesiva, a la vez que de­rrochadora, a tal punto que hay hombres que han perdido toda su fortuna, descuidado negocios y familia por darle carrera a los gustos y exigencias de ellas, hasta quedar sin nada, y de ahí el mote que hoy día se le dado a estas mujeres de “chapeadoras”.

 Los nacidos en el campo y los que trabajan la agricultura, saben bien lo que es entre nosotros “chapear”, que es dejar la tierra limpia con un machete, con un “colín” o machete fino, o modernamente con las máquinas deshierbadoras. En lenguaje de pueblo: dejar pelado y sin nada los terre­nos, pues tal parece que así ha sucedido y sucede actualmente. En medio del pueblo hay un grupo de mujeres que se de­dican a la tarea de obte­ner dádivas económicas de un hombre, hasta que él ya no tenga nada que aportarles y le dejan.

 A pesar de lo cómico y gracioso del término, la realidad es que todo esto denigra a la mujer, pues se trata de una prostitución disfrazada y re­vestida de legalidad. Es la versión moderna de la prostitución en la República Do­mi­nicana, pues entre una de estas mujeres, llamadas “chapeadoras” y una mujer, como dice el pueblo, que “se la busca” en una barra, carwash, en las avenidas Duarte o la Ovando de la Capital, o la Plaza Valerio de Santiago, no hay diferencias.

Por William Arias