Esta vez no había lugar a dudas. Aún no era elegido un nuevo papa, y el misterio de quién —y cuándo— seguía siendo tan espeso como el humo indudablemente negro que salía de la chimenea de la Capilla Sixtina.
Por otro lado, suena con fuerza el italiano Angelo Scola, arzobispo de Milán, la diócesis más importante de Italia. Scola tiene fama de buen gestor tanto en Milán como antes en Venecia.
Mientras miles de personas aguardaban bajo la lluvia durante una noche fría en la plaza de San Pedro, los cardenales indicaban ayer martes que no habían obtenido resultados en su primer intento por encontrar a un líder de los 1,200 millones de católicos en el mundo y de su Iglesia aquejada por serios problemas.
“!Es negro, es negro, es muuuy negro!”, gritó Eliza Nagle, de 21 años, quien estudia teología en la universidad de Notre Dame y se encuentra en Roma como parte de un programa de intercambio, mientras el humo salía de la chimenea de cobre de 1.8 metros (seis pies) de altura a las 7:41 de la noche.
“Esta vez definitivamente tuvieron bien el color”, coincidió el padre Andrew Gawrych, un sacerdote estadounidense que vive en Roma, refiriéndose a la confusión sobre la fumata durante el cónclave de 2005 en el que resultó electo el papa Benedicto XVI.
La mejoría se logró gracias al uso de bengalas especiales de humo —similares a las utilizadas en parti- dos de fútbol o en protestas — encendidas en los hornos de la capilla para hacer que las boletas quemadas generen un humo negro, la señal de que los cardenales deben regresar el miércoles a celebrar otro día de votación.
Los 115 purpurados, incomunicados con el mundo exterior, realizarán dos votaciones en los días sucesivos.
Es necesario que el nuevo pontífice reúna cuando menos 77 sufragios.
El segundo cónclave del siglo XXI y el primero en 600 años para elegir al sucesor de un papa que renuncia co- menzó siguiendo el rito previsto paso a paso.
Primero se celebró una misa en el interior de la Basílica de San Pedro, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano.
Horas más tarde, los cardenales iniciaron una lenta procesión hacia la Capilla Sixtina entre plegarias en canto gregoriano en las que imploraban la ayuda de los santos para orientar su voto.
En un último mensaje antes del cónclave, Sodano exhortó a la unidad en su homilía. Pidió a los cardenales que dejen de lado sus diferencias por el bien de la Iglesia y del futuro papa.
“Cada uno de nosotros está llamado a cooperar con el sucesor de Pedro, el fundamento visible de la unidad eclesial”, dijo.
Sodano fue interrumpido por aplausos cuando tuvo palabras elogiosas para Benedicto XVI. En la primera fila estaba el arzobispo Georg Gaenswein, asesor de Benedicto XVI desde hace mucho tiempo, quien reportó que el ahora papa emérito observaba todas las ceremonias desde la residencia papal de descanso en Castel Gandolfo.
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