En un mundo cada vez más individualista, la fidelidad ha caído en desgracia. Al igual que en las relaciones de pareja, en la política ya casi no existe el amor para toda la vida.
Pero en algunos países, los profesionales de la democracia llevan esta tendencia al extremo, y no pueden pasar más de un período legislativo en un mismo partido político. Saltan del Gobierno a la oposición con la misma facilidad con la que después emprenden el retorno.
La expresión más grave de esta enfermedad es lo que se conoce como transfuguismo político. Parlamentarios que obtienen una banca tras ganar las elecciones por determinada fuerza o coalición, pero que, antes o al poco tiempo de asumir, cambian de bando y se integran otro bloque legislativo.
"Lo que determina la condición del tránsfuga es que no ocupa la ubicación parlamentaria que le corresponde desde el punto de vista electoral, no asume la banca del partido por el cual accedió. Hay dos tipos de transfuguismo, uno que se da al inicio, y otro que es sobreviniente, cuando se cambia de bloque después de haber asumido".
Motivaciones para fugarse
¿Qué puede llevar a un político a realizar una maniobra así? En los casos más "puros" son diferencias con la dirección partidaria y la búsqueda de mayor autonomía. Pero muchos cambian persiguiendo objetivos menos confesables, como pasar a una fuerza con mayores aspiraciones, en busca de una salvación individual, o lisa y llanamente ganar algún tipo de prebenda.